Cuando el espíritu de orfandad vive en nosotros, nos sentimos solos
aunque estemos rodeados de gente y pertenezcamos a una iglesia; nos
sentimos huérfanos porque pensamos que no necesitamos de nadie para
ganar las batallas de la vida. Pero La Biblia dice: “… el que me honra a
Mí, honra al que me envió, el que honra a un profeta, recompensa de
profeta va a tener, el que honra a un justo por cuanto es justo,
recompensa de justo va a recibir…” El principio de la honra es lo que
llevó a David a ser padre de naciones y salmista inigualable; el honrar a
Labán -a pesar de sus maltratos y traiciones-, permitió a Jacob vivir
bajo cobertura espiritual. Debemos reconocer y honrar al Espíritu Santo,
a los siervos de Dios, a la iglesia, a nuestros padres, a nuestros
semejantes, porque al honrarlos el sentimiento de orfandad se irá de
nuestro corazón y seremos tierra fértil para Su gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario