Esa tarde
la llevé
imaginariamente
a la ribera del río
y a lo lejos
se escuchaba
una canción de Los Iracundos
ella perpleja me miraba
los mares
los ríos
los campos
las azucenas
todo era pequeño
a sus ojos
a su mar
a su infinito
la abracé con dulzura
y sus labios prodigaban caricias
y esa tarde fue
demasiado hermosa
pero solo fue
imaginariamente
qué triste
escribir para el mundo
para los aplausos
para "la fama"
para "la gloria"
pero que a tu lado no haya quién te quiera
quién te abrace ...
Manuel Núñez del Prado Dávila
Escritor peruano
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