Al igual que entre la multitud que presenciaba la venida del Espíritu
Santo el día de Pentecostés, algunos hoy se maravillan ante Su
presencia, a otros los confunde y otros más se burlan, incrédulos ante
lo que no logran comprender. Y el confundido, el incrédulo y aun el
maravillado, no tendrán un cambio de vida a menos que pasen a la cuarta
dimensión del Espíritu que es estar llenos de Su gloria. Para llegar a
esta llenura, hay que trabajar, hay que esforzarse y obedecer al Señor
por fe; hay que dejar la era de Moisés y entrar en la era de Josué, hay
que buscar recompensas en vez de regalos. El que por fe hace cosas, el
que no sólo cree en Él, sino le cree a Él, recibe bendición porque entra
en la dimensión de la llenura del Espíritu. Un mensaje revelador!.
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