Cuando estás asustado y temeroso, te sientes víctima del enemigo y pasas la vida esperando que te ataque; es entonces que pierdes la confianza y la fe y haces alianzas con personas incorrectas, firmas contratos que no debes firmar y te endeudas por encima de tus posibilidades. Pero no debemos bajar los brazos ante los problemas y cuando recibamos ese aviso de desalojo, esa carta del acreedor, ese diagnóstico médico que nos preocupa, o esa demanda judicial, debemos extender esas cartas simbólicamente delante de Dios para que Él pelee nuestras batallas con nosotros, evitando así que el enemigo robe el fruto de nuestra cosecha.
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