Cuando tú te empeñas en mostrarte ante los demás como no eres, te vuelves un impostor, alguien que, como Roboam, pretende reemplazar escudos de oro, con escudos de bronce. Pero los escudos de bronce no sirven; te ocultan, te tapan un poquito, pero no puedes librar ninguna batalla con ellos, porque requieren más cuidados, no soportan altas temperaturas y se oxidan fácilmente. Para ir a la lucha protegido, necesitas escudos de oro, de pureza, de honestidad, de santidad, de oración, de genuina búsqueda del Señor. Ser auténtico, es la única forma en que Dios te va a ayudar a recobrar lo que el enemigo te robó.
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