Aquí estoy entrevistando a mi amigo el poeta Leoncio Luque. Esta entrevista se llevó a cabo pocos días antes de que él viajara a Cuba donde fue invitado junto a otros poetas de diversos países para el Festival Internacional de Poesía de La Habana, Cuba, 2012. Que ha sido el Festival número XVI.
Manuel Núñez del Prado Dávila
La poesía, por lo general, resulta una incursión en territorios
desconocidos, a los que nos aventuramos en el más absoluto desamparo,
solamente llenos de sueños y temores, con las frágiles armas de
lenguaje y la emoción. Por eso es que algunos poetas nombraron a tales
viajes con el sustantivo misterioso del exilio, tal como lo ha hecho en
este libro el poeta Leoncio Luque. No es de extrañar que un vate,
arrojado a una realidad que por lo general le es inclemente, haga una
analogía entre la vida que ha tocado en suerte y el destino azaroso de
los que son expulsados de sus dominios.
Luque, natural de Huancané, Puno, es un poeta en medio del fragor
de una ciudad capital que es inhóspita con los que vienen de allende la
cordillera. El destino del migrante, en una ciudad como Lima, no es
leal ni venturoso. La sensibilidad de Luque acoge ese conflicto,
afincado en las pampas de San Juan de Miraflores, Pamplona Alta y Villa
El Salvador, territorios por donde debe llevar su diario deambular de
maestro.
Pero en este recorrido por la aflicción y el malestar espiritual
Luque no está solo. A él lo acompañan las sombras poéticas y
benefactoras de Oquendo de Amat y Efraín Miranda, poetas que habiendo
nacido también en la sierra sur del país llegaron a la cima de la
poesía. Resulta alentador conocer que un poeta de orígenes altiplánicos
haya podido asumir la gran poesía universal como suya, igual como lo
hicieron los antes nombrados, y que no se haya refugiado en el
facilismo de la poesía telúrica o neoandina.
Este es un trabajo que Luque ha venido madurando a lo largo de sus
anteriores libros y que ahora entrega con una destreza que ya lo
califica como poeta en todo sentido del término. Pero en él no solo
laten Oquendo y Miranda, por el uso de las letras mayúsculas y el salto
de palabras, o por el verso en cataratas o escaleras, sino que me ha
parecido que existe un cortejo con las vanguardias, por su forma de
manejar los espacios de la página, y que antes que con Mallarme tiene
relación con Vicente Huidobro, que vivía también al pie de una
cordillera, sobre un ominoso desierto que él matizó con su poesía
exultante y de llamativos colores regios.
La aspereza de ciertas palabras en el contexto de la poesía de Luque
me parece que es un intento deliberado por definir esta ciudad de
bordes erizados y de corazón opaco. Pero en medio de los vocablos
cortantes y las frases con algún improperio aparece el amor, la
esperanza, el mañana en un entrever del sueño. La poesía de Luque
apostrofa a la realidad pero se sobrepone y hace notar que esta no es
la caída.
Por eso nos canta: “El final de esta jornada / Es insignificante /
Pero con palabras amuebladas / Morimos / para seguir viviendo / En el
espiral de la vida”. Y esto es lo inmensamente rescatable en el mensaje
poético de este libro: que por sobre la muerte sigue la vida, que por
sobre el dolor se impone la luz, que frente a la oscuridad tenemos el
mañana que va a llegar de todas maneras.
Poeta Leoncio Luque: siga en este navegar donde lo lleva la madre
Poesía en un muy buen navío. Sobre el mar agitado de los versos y las
metáforas. Está usted en una dirección segura, a la que es conducido por
la Rosa de los Vientos que acompañó como amante segura a otros nobles
navegantes. Avance usted doblegando las tormentas. Abrace así el mar y
unte su cuerpo con la espuma salada que nace en la cresta de las olas.
Hágalo porque usted sí verá el nuevo día.
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