jueves, 11 de octubre de 2012

mi verso eres tú...

Hola mi amor
tú eres mi verso, mi musa
mi más linda inspiración
y cuando algún día
bajo la brisa
como que ya no queda nada
yo estaré ahí para decirte
que mi inspiración eres tú
y que hoy justamente escribo 
para decirte
hola mi amor
mi verso eres tú...


Manuel Núñez del Prado Dávila

Escritor peruano

Es otro de mis poemas... Son algunas pinceladas de las diferentes cosas que vengo escribiendo. Posiblemente este poema era para ser ampliado pero por el momento ahí lo dejé. Si Dios lo permite estaré publicando más y más poemas. Es algo de lo que nunca quiero apartarme. Aunque hubo momentos que hay versos que quise escribir pero por un motivo y otro ahí lo fui dejando...  

Y no nos olvidemos nunca que para leer un poema hay que leerlo adecuadamente... Mi más tierno abrazo. 


Manuel Núñez del Prado Dávila


PAPÁ:  VÍCTOR NÚÑEZ DEL PRADO BENAVENTE


SIEMPRE TE RECUERDO PAPITO. FUISTE EL PADRE MARAVILLOSO QUE TUVE. TU FE EN DIOS Y ESOS VERSÍCULOS QUE TÚ MENCIONABAS HOY ME INSPIRAN A SEGUIR ADELANTE. HAS DEJADO ALGO MUY GRANDE EN MI CORAZÓN. ¡CÓMO NO AMARTE! SI FUISTE MI PADRE EN ESTA VIDA, ME DISTE AMOR, TERNURA... TE AGRADEZCO DE TODO CORAZÓN PAPITO POR TODO LO QUE HICISTE POR MÍ. Y EN ESTOS MOMENTOS AL ESCRIBIR ESTAS LÍNEAS ESTOY DERRAMANDO LÁGRIMAS...


TU HIJO MANUEL NÚÑEZ DEL PRADO DÁVILA QUE NUNCA TE OLVIDARÁ...


¿Qué motiva a escribir a los maestros de la literatura? 


¿Es un perfume especial, un sello indeleble, un aura, un carozo con características singulares.? ¿Qué es lo que define el alma de un escritor y puede desprenderse a través de la primera línea de un texto literario? 

El viejo dicho de que no se puede morir sin tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro hoy más que nunca se está haciendo realidad. No todos pudimos hacer estas tres cosas, pero los que escribimos libros desde hace muchos, muchísimos años sabemos que la escritura tiene detrás de sí una misteriosa esencia que no termina de dilucidarse, ni siquiera para el propio autor. 

Yo recuerdo cuando, por primera vez, en un formulario que dan en los aviones, titubeé muchísimo antes de llenar el casillero de la profesión y finalmente me animé a poner "escritora". Hoy lo anoto ya mecánicamente cada vez que me piden ese dato, pero reconozco que cada vez que lo hago hay algo en mí que se sigue rebelando, como si una voz me siguiera cuestionando a mí misma esa respuesta.  

Porque uno hasta puede dejar de escribir para siempre y no por eso dejará de ser escritor. En cambio, puede haber personas que publiquen constantemente algún tomo y sin embargo no podrán ser llamados escritores: ¿será que no llevan dentro de su corazón y de su mente esa llama sagrada, será que están impulsados por otro tipo de sueños o ambiciones? No lo sabemos, lo que sí sabemos es que la gente sensible sabe perfectamente bien si alguien es un escritor o si no lo es. Por una cuestión casi -diría yo- intuitiva, perceptiva, las primeras palabras de un libro revelan cuando hay o no un escritor detrás. Y es como si el lector lo oliera. Por eso, en un principio me refería a ese don, oficio, profesión, pasión, vocación -o como se lo quiera llamar- como a un especial perfume, un halo, un algo, un no sé qué, pero que está allí, atrás, desparramando cierta luz desde la palabra, el giro, la sintaxis. 

A lo largo de los últimos tiempos traté de anotar pensamientos que los propios escritores han tenido o tienen acerca de sí mismos, y es interesante observar cómo prácticamente todos manifiestan cosas interesantes, pero que no terminan de esclarecer la magnitud y la complejidad del tema. 

Flaubert decía, no desprovisto de cierta pomposidad, que "los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un diseño premeditado y añadiendo grandes bloques uno sobre el otro, a fuerza de riñones, tiempo y sudor". Un libro sería una obra monumental, la culminación de arduos proyectos, esfuerzos y búsqueda de trascendencia...

Volvemos al comienzo: los escritores no saben muy bien por qué escriben, pero el lector puede reconocer a un verdadero escritor desde la primera línea de un libro. Capta el talento. Es como la letra de ese tango que reza: "Hay un algo que te vende,/ yo no sé si es la mirada,/ la manera de vestirte,/ de charlar o estar parada". Hay un algo que exhala la palabra cuando su autor es una persona que conlleva esa esencia mágica, ese don, esa luz, que probablemente ni le pertenezcan, sino que le han sido dados, para que comunique algo de cierta manera, eficaz y bella, a los demás...


Flores Granda: ¿Qué motiva a escribir a los maestros de la literatura?


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