Uno tiene que abrirse camino en la vida sabiendo que Dios es el que nos define, no un apellido, lo que nos pasó en la infancia, o las palabras hirientes que alguna vez nos dijeron maestros o familiares. En medio de las crisis y tormentas, es importante enfrentar con fe y valentía nuestros temores y fracasos para que Dios nos devuelva la dignidad y cambie nuestro nombre. Entonces no seremos más Jacob el engañador, el manipulador, el fracasado… seremos Jacob el bendecidor; floreceremos y creceremos en espíritu y gozaremos no solo del favor de Dios, sino también del favor de la gente.
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