Cuando Dios quiere sacarnos de una depresión, suele hablarnos con un susurro; pero si nuestra vida está llena de ruido, es muy difícil que podamos escuchar Su suave y apacible voz. Necesitamos tener silencios de corchea cada día, si queremos que nuestras vidas sean sinfonías de la Gracia de Dios. Él no está en el terremoto, ni en el fuego, ni en el viento que parte las rocas fuera de la cueva de Elías… Él está en el murmullo, y cuando aprendamos a callar al estar en Su presencia, Dios nos hablará.
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