miércoles, 9 de diciembre de 2009

Entrevista a César Aira

Tiene más de cuarenta libros y casi ninguno supera las cien páginas. Sus historias transcurren en la cotidianidad pero están plagadas de humor, absurdo y magia. César Aira (Argentina, 1949) es, hoy por hoy, uno de los escritores más radicalmente originales de nuestro idioma. Conversamos con él a propósito de su estadía en Lima para el Encuentro "Qué hacer con la literatura", en la U. de Lima.

Nos ha pedido que hagamos la entrevista mientras almuerza, "para así matar dos pájaros de un solo tiro". Cuenta que estuvo un poco enfermo y que los acontecimientos del verano pasado en Argentina lo afectaron más de lo que hubiera podido imaginar. "Hace un año que no escribo casi nada", dice, mientras caminamos por la avenida Miguel Dasso. "Yo, que me veía como un frívolo en mi torre de marfil, de pronto me vi deprimido, triste. Pero ya me estoy recuperando"...

¿Recuerdas cómo descubriste tu vocación?

Sí, pienso que la literatura vino básicamente por la lectura. Como todos los niños muy lectores, quería hacerlo yo también, es decir, quería crear eso que me dio tanto placer. Porque a los chicos -por más que les guste una novela de Julio Verne o de Salgari, que era mi favorito- siempre les queda como una insatisfacción: sienten que ese personaje podría haber matado a más piratas o qué sé yo. Intuyo que de ahí nació mi vocación.

Sé que también eres un gran lector de poesía.

Sí, nunca tuve talento para escribirla pero no me resentí, no la odié como pudo haber sido. De hecho, me casé con una poeta, más que eso no se puede pedir. Me encanta la poesía. Ahora, por ejemplo, me di el gusto de comprar un tomo de poesía completa de Eguren, es fantástico. Pero me gusta la poesía porque es el terreno ideal para el experimento. Es como en la industria automovilística, ese lugar donde se hacen los prototipos, que son esos autos que no salen a la venta y que están pensados para el futuro.

Siento que con tu obra pasa una cosa paradójica: es bastante experimental y sin embargo gusta, tiene un público fiel.
No sé. En un momento sentí que yo era un escritor, no digamos ya para escritores, sino para profesores. Sentí que en mis libros ellos ven los mecanismos de la literatura: cómo se está haciendo, cómo se podría hacer, las idas y vueltas teóricas, que es lo que yo hago intuitivamente, como experimentación, como una manera de divertirme y de encontrar algo nuevo. Tuve siempre la ilusión de llegar a otra gente, ojalá algún día lo haga.

(Y te digo algo César Aira, desde este blog al enterarme de esta entrevista quiero intentar en alguna medida a que tú llegues a otra gente; te lo dice un amigo: Manuel Núñez del Prado Dávila, (aunque todavía no nos conocemos personalmente; quizá en algún momento nos podamos conocer; no lo sé. Pero sigue adelante en todo: eres bueno como escritor).

Pero tú vives de tus libros.
Creo que ahí hay una cosa como de esnobismo. Algunas editoriales grandes que pueden pagar anticipos importantes me los pagan solo para tener un libro mío en su catálogo, como una cosa un poco "prestigiosa". Están seguros de que la gente de las universidades va a leerlo. Ese es mi pequeño negocio. Aunque he notado que acá y allá aparecen personas muy entusiastas de mis libros; coleccionistas incluso, pero siempre son de a uno, nunca coagulan en un público.

¿Qué hace que un libro te guste?
Yo creo que la literatura es el documento final para reconstruir un mundo que ha desaparecido. Por eso leo la literatura del pasado. La atmósfera espiritual de una época, el sabor, el aroma. Eso lo veo como una misión para la literatura. Si mi país desapareciera, cosa que puede pasar en cualquier momento (risas), los grandes libros me darán las instrucciones para reconstruirlo en la emoción, en la mente.


Diego Otero

Diario "El Comercio". El dominical, 01 / 12 / 2002


Manuel Núñez del Prado Dávila

Escritor peruano

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