Cuando fueron a aprehender a Jesús para llevarlo a la cruz, Pedro, en un arrebato, sacó su espada y cortó la oreja de uno de los siervos del sumo sacerdote. Entonces Jesús dijo: ‘basta ya, dejad’ y pegando la oreja al criado, le sanó, borrando así toda evidencia de la ofensa de Pedro. En la vida hay momentos de traición, de dolor, de pecado, que van a querer perseguirte por el resto de tu existencia, pero si te has arrepentido y has entregado tu corazón a Cristo, Él ya borró las evidencias -al igual que lo hizo con Pedro-, y ahora depende de ti que dejes atrás los lamentos, la culpa y el dolor. Recuerda siempre que, para Dios, eres más importante tú, que tus errores y tus pecados.
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