miércoles, 14 de julio de 2010

La gracia de Dios

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La gracia divina es el favor inmerecido de Dios que no puedes ganarte. Cuando Dios te responde, en ese momento en que menos lo mereces, eso es gracia. ¡Ese es su maravilloso e inmerecido favor! En tu peor momento, en tu hora más oscura, su luz brilla para ti y recibes su inmerecido favor, y quien recibe favor no puede sino dar favor a los demás.

Amigo y amiga, no merecemos nada bueno por nosotros mismos. Pero como estamos en Cristo y en su justicia, Dios nos bendecirá. No tenemos que esforzarnos por independizarnos de Dios, mereciendo bendición por nuestras propias obras. Tenemos que centrarnos en recibir de Él todo lo que necesitamos.

Creo que cuanto más conscientes estemos de esta justicia, tanto más favor inmerecido de Dios tendremos en nuestras vidas. Cuando esa voz acusadora te recuerde todo lo malo, todos tus defectos, es ese justamente el momento en que tienes que volverte a Jesús y escuchar su voz, porque ella te prepara. ¡Esa es la verdadera batalla de la fe! La pelea de la fe es pelear por creer que la fe, y no las obras, te justifican. Pablo, hablando de sus propios logros bajo la ley, dijo que los consideraba "estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe" (Filipenses 3:9).

Así que, en la Biblia tenemos dos tipos de justicia: (1) la que proviene de tu obediencia y de tus esfuerzos por conseguirla, y (2) la que viene de la fe en Jesucristo.

Solamente una tiene un fundamento sólido, inconmovible. Porque mientras la primera se fundamenta en ti y en tu capacidad para cumplir la ley, la otra se basa en la roca de la eternidad, Jesucristo. La primera, puede darte la confianza ocasional de pedir el favor de Dios, dependiendo de si percibes o no que te has portado bien. Pero la otra te da confianza todo el tiempo, para acceder a su inmerecido favor, incluso cuando sientes que no lo mereces en absoluto.

¿De qué quieres depender, cuando llegan esos momentos tan oscuros? ¿De tu endeble justicia o de la perfecta justicia de Jesús, sólida como la roca? Lo que te da derecho al inmerecido favor de Dios es tu fe en la justicia de Cristo. Hoy, gracias a lo que Jesús hizo en la cruz, puedes esperar que te sucedan cosas buenas. Puedes pedirle grandes cosas a Dios y alcanzar el bendecido destino que tiene para ti y tu familia.

Su justicia es el derecho que tienes al inmerecido favor de Dios.

¡No permitas que ninguna voz acusadora te diga lo contrario!




Manuel Núñez del Prado Dávila

Escritor peruano

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