- Y aquella tarde cuando se encontraron él se encontraba un tanto nervioso. Tenía cierto temor de que ella vuelva a decirle lo mismo, y en lo más íntimo de su ser esto no lo deseaba para nada, ni siquiera en broma. En esos momentos, lo que más quería, era escuchar que ella sí lo amaba y que lo que ha sucedido ha sido un mal entendido, una confusión de ideas, una mala interpretación de algún detalle o de algunos detalles, pero que lo cierto es que ella después de todo sí lo amaba; y esto último es lo que ciertamente quería escuchar...
- Al comienzo de la conversación -según me comentó- hubo algunos instantes en que permanecían en silencio, se miraban fijamente a los ojos y como que no sabían qué decirse. Incluso no estaban tan cerca cuando estaban sentados en una de las bancas de aquel parque. Para todas aquellas personas que en esos momentos pasaban por ahí, quizá pensaron como me dijo él de que serían solamente amigos y más que todo -así lo habrían pensado, me precisaba- por la forma cómo estaban sentados y un poco más y cada uno se sentaba al borde de la banca. Bueno, así estaban al comienzo de la conversación, pero poco a poco conforme iban pasando los minutos y conforme iba avanzando la conversación cada uno disimuladamente se iba acercando un poco más al lado del otro; pero era él el que más se iba acercando al lado de ella. Pero ese acercarse más estaba sujeto a lo que en esos momentos se estaban diciendo; es decir, si lo que se estaban diciendo era algo hermoso y correcto, entonces estaba bien acercarse un poquito más; y sino era así, mejor era estarse quietito y estar a la expectativa de qué es lo que mutuamente podían decirse. En el caso de mi amigo, él estaba a la expectativa de qué es lo que ella podía decir de acuerdo a lo que venían hablando, y así lo mismo estaba pasando con ella según se lo confesó después de que volvieron nuevamente a ser enamorados...
Manuel Núñez del Prado Dávila
Escritor peruano
Es parte de una de mis novelas que todavía no he publicado...
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