miércoles, 8 de junio de 2011

Diles palabras de aliento...

- Estuve leyendo el libro de Charles Stanley "Seguridad eterna".

¿Y qué tal?

- Hermoso libro, aunque todavía no lo he terminado de leer pero ya lo he venido recomendando a varias personas, a unos amigos del barrio, del instituto.

¿Estás un poco recomendador?

- Creo que sí... y sabes.

Dime.

- Ésta es la última.

¿De qué estás hablando?

- He sacado algunas copias de ese libro.

¿De todo el libro?

- No, no sólo de algunas páginas y por ahí un poco tímidamente empecé a dar a uno y otro amigo, y la sorpresa es que todos ellos me dijeron ¿y no hay más? Claro que hay más les dije así que en estos días quizá sin quererlo y sin desearlo Dios mediante estaré sacando más y más copias...

Excelente.

- Y te digo algo.

Te escucho.

- Creo que ya encontré la forma de cómo recomendar mejor... porque a veces eso de hablando como que no dice mucho pero si das una y otra copia.

Entiendo.

- Así que de ahora en adelante quizá, quizá voy a dar un nuevo incentivo.

Me permites que termine la idea.

- A ver.

A futuras recomendaciones.

- Exacto... y una preguntita.

Dime.

- ¿Tú eres mago, adivino, agorero?

No... sino como que la cosa estaba un poco avisada.

- ¡Ah bueno!... sino te iba a decir magos a otro lado...

Y sonreían...

Sabes... ahora estoy leyendo un libro de Joyce Meyer.

- ¿Y sino me equivoco es el que tienes en tus manos?

Sí, es éste.

- ¡Ah caramba!... ¡qué título!... "El campo de batalla de la mente"... ¿y de qué se trata amigo? Que estoy en nada.

Y justo yo te quería hacer mención de una parte de este libro.

- A ver, a ver.

Espera, espera... ya... voy a leerlo ¡eh!.

- Está bien, está bien... ni modo que te acuerdes todo.

No amigo, no tengo esa capacidad, así que prefiero leer, me voy por lo seguro.

- A ver, te escucho.

Dice así: La persona con la mente de Cristo tiene ideas positivas, alentadoras, edificantes acerca de otras personas, así como de sí misma y su propia situación.

En el mundo de hoy, hay gran necesidad del ministerio de la exhortación. Nunca podrás exhortar a nadie con tus palabras, si primero no tienes esa clase de conceptos acerca de esa persona. Recuerda que cualquier cosa que haya en tu corazón, saldrá por tu boca. Ocúpate a propósito en "pensar amoroso".

Envía pensamientos de amor hacia otras personas. Diles palabras de aliento...

El don administrador de la exhortación de que se habla en Romanos 12: 8 es evidente en quienes lo tienen. Siempre están diciendo algo alentador o edificante a todo el mundo; algo que los hace sentirse mejor y los alienta a seguir adelante.

Puede que todos no tengamos el don ministrador de la exhortación, pero todo el mundo puede aprender a ser alentador. La regla simple es: si no es bueno, entonces no lo pienses ni lo digas.

Cada cual tiene suficientes problemas ya, no necesitamos añadir a sus problemas, demoliéndolos. Deberíamos edificarnos unos a otros en amor (Efesios 4: 29). No te olvides: el amor siempre cree lo mejor de todos (1 Corintios 13: 7).

Cuando empieces a pensar con amor de otros, descubrirás que ellos se comportan de una manera más amorosa. Los pensamientos y las palabras son recipientes o armas para llevar poder creativo o destructivo.

Y sigo leyendo ¡eh!.

- Sigue amigo, sigue... está muy, muy interesante... y ya se me está viniendo una idea.

¿Y quiéres que te la diga?

- No, ahí nomás... sigue, sigue.

Bien... continuemos entonces...

- Sigue amigo, sigue... porque si no lo haces yo agarro el libro y continúo por mi cuenta, porque en este momento a mí ya nadie me detiene.

¡Ah caramba!... bien, bien, continuemos entonces y dice:

Una persona que fluye en la mente de Cristo encontrará que sus pensamientos están llenos con alabanza y agradecimiento.

Muchas puertas se le abren al enemigo mediante la queja. Algunas personas están físicamente enfremas y viven vidas débiles e impotentes debido a esa enfermedad llamada "quejarse" que ataca los pensamientos y la conversación de la gente.

No puede vivirse una vida poderosa sin acción de gracias. La Biblia nos instruye una y otra vez en el principio de la acción de gracias. Quejarse en el pensamiento o de palabra es un principio de muerte, pero ser agradecido y decirlo es un principio de vida.

Si una persona no tiene un corazón (mente) agradecido, la acción de gracias no saldrá de su boca. Cuando somos agradecidos, lo decimos...

Bueno, aquí voy dejando esta lectura... ¿y qué opinas?

- Excelente... y gracias amigo por esa gentileza de ir leyendo... tú sabes, bromeamos, nos decimos cosas, pero es parte del momento... donde queremos ser un poco graciosos y ahí lo estamos intentando... pero hay algo que es muy claro nuestra vida tiene un propósito... y si bien yo no soy predicador, ni pastor, ni poeta, ni escritor... y ni siquiera sé el don que pueda tener ¿y tú lo sabes?

Yo tampoco... creo que no...

- Pero aún suponiendo que no lo sepamos, y lo digo así porque a veces pienso que mi don puede ser... después te lo digo... pero más allá de las bromas amigo sabemos que tenemos un don, quizá tú tienes dos, tres o más dones no lo sé, y probablemente tú no eres consciente de lo que tienes... pero quien sabe lo que intentamos hacer de manera continua ese puede ser nuestro don... te gusta alentar a otro una y otra vez quizá ese es tu don, te gusta hablar, presentar el mensaje de salvación aquí y allá y posiblemente tienes el don de evangelismo... y así sucesivamente en aquello que nos inclinemos más ese podría ser nuestro don... el problema es que no valoramos esos aspectos, pensamos que quizá es el momento, la emoción, o que por esto y otro detalle...

Entiendo...

- Bueno amigo, no es que me esté despidiendo sino más bien te invito a comer algo por ahí... quizá un menú chifa o un menú criollo... ¿a ver qué te apetece?

¡Hum, hum, hum!... ¿puede ser un menú criollo?

- Claro amigo lo que tú digas.

Vamos entonces por ahí.

- ¡Ah caramba!... ahora sólo te falta decir que la noche es joven.

Justo iba a decir eso.

- Ayayay... o sea que yo me adelanté.

Un poquito.

- Sabes de aquí a dos cuadras hay un buen restaurant y creo que podemos ir ahí.

Bien, bien... donde tú digas amigo... y para ser honesto tenía un poquito de hambre...

- ¿No mucho?

Creo que me acerco...

- Yo sí estoy con hambre amigo... y no sé si pedir un lomo saltado o un bistec a lo pobre, que de pobre no tiene nada y no sé porqué le han puesto ese nombre.

Yo sí sé.

- Por...

Después te explico.

- ¡Ah graciosito!...

No, yo tampoco sé.

- O sea que no sabemos nada.

Creo que sí.

- Pero hoy día cuando estemos ahí le preguntaré a una de las chicas que trabajan en el restaurant...

Una pregunta.

- Dime.

¿En verdad no sabes?

- Sí sé, lo que pasa es que estoy bromeando... ¿y tú sabes?

Claro... si yo inventé ese plato... (continuará)


Manuel Núñez del Prado Dávila

Escritor peruano

Es parte de una de mis novelas que todavía no he publicado...


MANUEL NÚÑEZ DEL PRADO DÁVILA - Wikio Sources

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