"Fui reconocida por mis buenísimas entrevistas, todas inventadas"
Una entrevista a Ángeles Mastretta, una de las escritoras latinoamericanas más exitosas.
Por Leonardo Tarifeño para ADN Cultura
Enviado especial - México D.F., 2007
Libro que escribe, libro que en algún momento va a parar a la lista de best sellers. Desde su aparición en 1985 con la novela Arráncame la vida , la mexicana Ángeles Mastretta parece abonada al éxito de ventas en distintos países del mundo, de México y la Argentina a España e Italia, siempre con un público fiel y mayoritariamente femenino. Mujeres de ojos grandes (cuentos, 1990), Puerto libre (ensayos, 1994) y Mal de amores (novela, 1995, ganadora del premio Rómulo Gallegos) demostraron que esta ex periodista domina como pocas el arte de crear buenas historias de la mano de una prosa elegante y colorida, su principal estrategia a la hora de garantizar el placer de la lectura. Ahora, Maridos mantiene la apuesta con una serie de cuentos conectados como los ambientes de una casa, donde las distintas puertas abren múltiples espacios en los que el lector es invitado a entrar y quedarse, o pasar al salón siguiente.
Un poco a la manera de la casa de la propia Mastretta, enclavada en la amable colonia San Miguel Chapultepec del difícilmente amable D.F., la ciudad de las 296 calles Hidalgo, el laberinto urbano inmune a los censos (el último afirma que la población se ubicaría entre 20 y 23 millones de habitantes, un margen de error del tamaño de Berlín). En esa casa alta y tradicional, donde la madera acoge y suaviza la luz que llega a través de un lindísimo patio de buganvillas, la escritora mata la ansiedad por visitar el estudio en el que se filma la versión cinematográfica de Arráncame la vida y recibe a adn CULTURA con los nervios de una principiante. "Es que soy muy miedosa, escribo con temor y luego publico con más temor aún -comenta-, por eso me da muchísimo gusto que en la Argentina hayan arropado a Maridos. Y es que los argentinos siempre son muy buenos lectores y grandes cómplices míos."
-Usted hoy es una escritora exitosa, en otra parte de esta misma ciudad se filma una novela suya. ¿Cómo empezó esta historia?
-Bueno, yo creo en el azar. Porque nunca tuve claro qué quería ser, ni de niña ni a los 20 años. Solo quería tener un trabajo, mantenerme y enamorarme.
-De todo eso, ¿qué le resultaba más fácil?
-Enamorarme. Veía pasar uno que me gustaba y más o menos en dos días ya estaba enamorada. Eso me pasaba muchas veces, casi siempre con poca fortuna.
-¿Y esa mala suerte la llevó a la literatura?
-No, no. Profesionalmente, yo iba muy a tientas. A fines de los años 60, el periodismo escrito estaba de moda, y mi vida cambió cuando entré en la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM. Mi padre, periodista en su juventud, murió apenas entré a estudiar, y entonces me vi obligada a trabajar en lo que podía. Mientras tanto, en la universidad, hacía con algún truco todo lo que me pedían. Por ejemplo, me encargaban un reportaje y yo pensaba "¿A quién voy a entrevistar?, ¿a una tía?, ¡qué flojera! Yo voy a entrevistar a un gobernador". Y como no había Internet, lo entrevistaba en mi cabeza y ponía cosas que me salían de haber visto otras notas publicadas. Contaba cómo era su oficina, qué me contestaba...
-No, no. Profesionalmente, yo iba muy a tientas. A fines de los años 60, el periodismo escrito estaba de moda, y mi vida cambió cuando entré en la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM. Mi padre, periodista en su juventud, murió apenas entré a estudiar, y entonces me vi obligada a trabajar en lo que podía. Mientras tanto, en la universidad, hacía con algún truco todo lo que me pedían. Por ejemplo, me encargaban un reportaje y yo pensaba "¿A quién voy a entrevistar?, ¿a una tía?, ¡qué flojera! Yo voy a entrevistar a un gobernador". Y como no había Internet, lo entrevistaba en mi cabeza y ponía cosas que me salían de haber visto otras notas publicadas. Contaba cómo era su oficina, qué me contestaba...
-¿Inventaba las entrevistas?
-Claro. No había nadie que me desmintiera y entonces acabé siendo bastante reconocida por mis buenísimas entrevistas y crónicas, todas inventadas. Hasta que, como entre gitanos no nos leemos las manos, tuve un profesor de redacción periodística, ya muy avanzada la carrera, que me dijo "Esto lo inventaste", y me lo dijo con tal contundencia, que yo no lo pude negar. Le contesté que sí, simplemente. En ese momento pensé: bueno, de aquí salgo reprobada. Pero lo que él me dijo fue que mis invenciones le parecían muy buenas, solo que no iba a poder ser periodista y que debería dedicarme a la ficción. Así fue como, al poco tiempo, empecé a trabajar en el periódico Ovaciones , un medio muy popular, que se vendía muchísimo entre gente que no era lectora. Mi columna era muy libre, se llamaba "Del absurdo cotidiano" y estaba en la página 2. En la 3 iba una chica desnuda.
-Claro. No había nadie que me desmintiera y entonces acabé siendo bastante reconocida por mis buenísimas entrevistas y crónicas, todas inventadas. Hasta que, como entre gitanos no nos leemos las manos, tuve un profesor de redacción periodística, ya muy avanzada la carrera, que me dijo "Esto lo inventaste", y me lo dijo con tal contundencia, que yo no lo pude negar. Le contesté que sí, simplemente. En ese momento pensé: bueno, de aquí salgo reprobada. Pero lo que él me dijo fue que mis invenciones le parecían muy buenas, solo que no iba a poder ser periodista y que debería dedicarme a la ficción. Así fue como, al poco tiempo, empecé a trabajar en el periódico Ovaciones , un medio muy popular, que se vendía muchísimo entre gente que no era lectora. Mi columna era muy libre, se llamaba "Del absurdo cotidiano" y estaba en la página 2. En la 3 iba una chica desnuda.
-¿Ahí comenzó su trabajo como escritora?
-En Ovaciones estuve como ocho años, o mejor dicho diez, pero los últimos dos me los pasé escribiendo Arráncame la vida . Mientras escribía esa novela, el editor de Océano, Andrés León, me llamó y confió en mí de una manera inexplicable. Me dijo que le gustaba mucho lo que yo escribía y me dio un adelanto de 5 mil pesos para que lo terminara. Ese cheque yo lo guardé religiosamente en una azucarera y no lo cobré jamás.
-En Ovaciones estuve como ocho años, o mejor dicho diez, pero los últimos dos me los pasé escribiendo Arráncame la vida . Mientras escribía esa novela, el editor de Océano, Andrés León, me llamó y confió en mí de una manera inexplicable. Me dijo que le gustaba mucho lo que yo escribía y me dio un adelanto de 5 mil pesos para que lo terminara. Ese cheque yo lo guardé religiosamente en una azucarera y no lo cobré jamás.
Manuel Núñez del Prado Dávila
Escritor peruano
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