Devocional – Luis Palau – La Decisión más importante
Como cristianos, podemos mirar atrás al momento en que entregamos nuestra vida a Cristo. Yo por mi parte nunca olvidaré la noche en que tomé esa crucial decisión durante un campamento de verano en la Argentina.
Uno de los maestros de mi escuela organizó un campamento de dos semanas. Cada noche Francisco, el consejero a cargo de mi carpa, después que apagábamos las luces despertaba a uno de mis compañeros, lo sacaba de la cama y Biblia en una mano y linterna en la otra lo llevaba fuera de la carpa. Allí bajo las estrellas, entonces, se sentaba con el muchachito y lo guiaba al Señor Jesús.
Aunque yo me sentía culpable por mis pecados y era consciente de que necesitaba recibir a Jesucristo como mi Salvador, no quería hablar sobre el tema. Pero finalmente todos los otros niños hablaron con Francisco. Cuando la última noche del campamento el consejero vino a la carpa, de inmediato supe cuál era la razón.
Me hice el dormido, pensando que tal vez se iría. No dio resultado. “Vamos, Palau,” me dijo, “levántate”. Yo no sabía, pero ésa iba a ser la mejor noche de todo el campamento.
Salimos de la carpa y nos sentamos en un tronco de árbol caído. Luis me preguntó , ¿eres cristiano? ¿Sí o no?
No, me parece que no soy cristiano respondí con timidez.
Bueno, pero aquí no es cuestión de que te parezca o no te parezca. ¿Eres cristiano o no eres?
No, no lo soy.
Si murieras esta noche, ¿irías al cielo o al infierno?
Quedé en silencio unos instantes, un tanto sorprendido, y luego contesté: Iría al infierno.
¿Y es allí adonde quieres ir?
No respondí.
Entonces, ¿para qué vas a ir allá?
Yo me encogí de hombros. Francisco abrió su Biblia en Romanos 10:9 10 y comenzó a leer: “Que si confesares con tu boca, Luis, que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón, Luis, que Dios le levantó de los muertos, tú, Luis, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
Luis prosiguió Francisco , ¿crees en tu corazón que Dios resucitó a Jesús de los muertos?
Sí que lo creo contesté.
Entonces, ¿qué otra cosa tienes que hacer para ser salvo?
Yo dudé, de modo que el maestro me hizo leer Romanos 10:9 nuevamente: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor… serás salvo.”
Francisco puso su brazo sobre mi hombro y allí mismo me guió en una oración al Señor. Fue allí, bajo la lluvia, sentado sobre aquel tronco de árbol caído, que tomé la decisión más importante de mi vida.
Sólo tenía 12 años de edad, pero sabía que era salvo. Tenía vida eterna porque Cristo aseguró: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).
Esa noche casi no pude dormir de felicidad por haber entregado mi vida a Cristo. Después de todo, es la decisión más importante que pueda tomar una persona. Realmente, comparadas con la vida eterna, todas las otras decisiones carecen de demasiada importancia.
Alguien lo explicó de la siguiente manera: “Nadie está listo para vivir en la tierra hasta que está listo para la vida en el cielo.
”Proclamemos el evangelio adondequiera que el Señor nos guíe a fin de que muchos más estén listos para la vida en el cielo.
El me ha dado vida eterna, y le ha dado vida eterna a usted. Compartamos con los demás estas Buenas Noticias. Trabajemos para que quienes no lo han hecho aún, tomen esta decisión que no es tan sólo una buena decisión sino la mejor de todas.
Manuel Núñez del Prado Dávila
Escritor peruano
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